lunes, 18 de octubre de 2010

Mario Sepúlveda hace revelación sobre papel enviado por los mineros


Mario Sepulveda con su hija Scarlette, su esposa Katty y su hijo Franco.

Presentado como la estrella indiscutible del rescate de los 33 mineros chilenos aparece Mario Sepúlveda en una extensa entrevista concedida a The Mail on Sunday, el suplemento dominical del diario británico Daily Mail, medio al que dio la exclusiva de su odisea en la mina San José.

El periódico describe al extrovertido minero como el líder del grupo y destaca el ímpetu que mostró al ser liberado del cautiverio, cuando salió de la cápsula sin contener gritos de alegría y abrazando a todo el que se le cruzó por delante. Sin embargo, dice el artículo, esas reacciones escondían abrumadoras sensaciones por la pesadilla que vivió.

Sepúlveda dice que junto a sus compañeros sintió “temor a morir de hambre en su tumba subterránea” y que él estaba rompiendo el pacto de silencio que había acordado el grupo, porque cree que hay ciertas verdades de lo vivido que necesita contar. "Quiero que el mundo sepa la verdad sobre lo que pasó ahí. Fuimos tragados en las entrañas del infierno, pero hemos vuelto a nacer y ahora siento que es mi deber decir lo que pasó”, se lee en el artículo.

Entre sus revelaciones está que el famoso papel con el mensaje “Estamos bien en el refugio, los 33” fue escrito cuando los mineros ya habían perdido las esperanzas de que los encontraran vivos.

Dijo que habían pasado 15 días sin que sintieran ruidos que indicaran un rescate, y que dos días después oyeron una perforación a la distancia, pero ésta se detuvo. En ese momento, dice, creyeron que arriba habían dado por terminada la búsqueda y que morirían allí. Luego, la perforación se reinició y comenzaron a desprenderse algunas piedras, señales hicieron estallar en alegría al grupo hasta el punto de ponerlos a bailar.

Sobre el momento del derrumbe, la tarde del 5 de agosto, dice que él no lo advirtió de inmediato. Cuando ocurrió aún estaba con tapones en los oídos, porque justo antes había manejado una excavadora, y sólo se dio cuenta cuando vio una densa nube de polvo que invadió el túnel. En ese momento sólo pensó en su familia, en Dios y luego contuvo la respiración.

Luego, dice que él fue uno de los que intentaron buscar una vía de escape en la desesperación por salir. Caminó por horas en la mina, llegó al lugar donde se produjo la caída de la roca y se dio cuenta que no podrían salir. Después encontró una chimenea de ventilación por la que subió.

Todo estaba oscuro y sabía que debía haber habido una escalera allí, pero la verdad es que nunca la hubo. Las paredes de la chimenea estaban reblandecidas y mientras trepaba las rocas comenzaron a caerle en la cara. Más tarde se daría cuenta que sangraba por las que lo golpearon en la boca y los dientes.

El derrumbe de piedras lo obligó a salir, pero alcanzó a ver que arriba todo estaba tapado y un escape por ese lugar era sencillamente imposible.

Luego, el minero se explaya sobre los días del encierro y dice que cuando notaban que algunos de los mineros comenzaban a caer en la depresión contaban chistes para mantener el ánimo en alto. Cuando a él le pasaba, salía a caminar para que no lo vieran llorar.

Sobre el liderazgo en la mina, Sepúlveda no se casa con ninguna de las dos versiones que han circulado. La oficial pone a Luis Urzúa como figura clave, y una reciente de Yonni Barrios lo sindica a él como el verdadero líder. Sepúlveda prefiere hablar de “una organización en equipos” y que los mineros más viejos apañaban a los más jóvenes en los momentos de crisis y miedo.

Respecto a lo que comían, corroboró que subsistieron gracias a latas de atún y que debieron beber agua que se utilizaba en las faenas de la mina, pese a saber que estaba contaminada. Esa misma agua, y la que escurría por las rocas, era la que utilizaban para bañarse con una taza, la que un compañero vertía sobre otro.

Sepúlveda dice que su motivación para primero buscar escapar y luego mantener la fe en un rescate, era el pensamiento que sus hijos podrían quedar sin padre ni educación si él no salía de allí.

El artículo está acompañado por fotos de Sepúlveda con su familia en los días en que estuvo en el hospital, y por otras de su archivo familiar.

TERRA

lunes, 4 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa // La derrota de Chávez


Mario Vargas Llosa
La derrota de Chávez
El País, España.

A pesar de la grotesca manipulación del voto, las elecciones del pasado domingo en Venezuela han supuesto un serio revés al comandante bolivariano. Pero la oposición no debe cantar victoria


La derrota de Chávez en las elecciones parlamentarias del domingo 26 de septiembre es mucho más significativa de lo que indican las cifras electorales, pues, al mismo tiempo que muestra la creciente impopularidad del caudillo venezolano y su régimen, saca a la luz pública la grotesca manipulación del voto popular amañada preventivamente por el chavismo para convertir en victoria lo que esperaba sería una recusación rotunda de su política y sus pretensiones.

La ha sido y sin atenuantes. El comandante Chávez presentó la consulta como un plebiscito en el que el pueblo de Venezuela debía legitimar torrencialmente a su “socialismo del siglo XXI” y su jefe de campaña, Aristóbulo Istúriz, profetizó con arrogancia: “Podemos perder ganando si no obtenemos los dos tercios de la Asamblea Nacional”. Pues bien, el resultado menos fraudulento de las elecciones, el voto por los 12 representantes al Parlamento Latinoamericano, dio a las fuerzas reunidas de la oposición una mayoría de cerca de 400.000 votos.

Esta diferencia se reduce en el voto para la Asamblea Nacional a 242.553 -resultados oficiales: 5.642.553 contra 5.399.574-, porque allí, la ingeniería electoralista de Chávez, con la complicidad de sus parlamentarios y del Poder Electoral, había enmendado la ley para dar una elefantiásica representación a las circunscripciones rurales, donde tenía fuerte arraigo, y encogerla en las urbanas donde la oposición era mayoritaria. Se ha calculado que con esta disparatada desproporción el régimen necesitaba apenas 30.000 votos para obtener un diputado en tanto que la Mesa de Unidad Democrática requería 140.000. Eso explica que la oposición, habiendo obtenido un 52% del voto, cuente sólo con 65 diputados, y el chavismo con 98 pese a alcanzar sólo el 48%. Esos son los milagros matemáticos que produce el socialismo del siglo XXI. No es extraño que, para comunicar estos datos, el Consejo Nacional Electoral tardara ocho horas más de lo previsto y que Chávez, siempre tan lenguaraz, enmudeciera cerca de veinticuatro horas antes de salir a dar la cara a la prensa. Esta vez no se atrevió a decir, como en diciembre de 2007, cuando el pueblo venezolano rechazó su reforma constitucional, que se trataba de “una victoria de mierda”. Más bien agradeció, con aspavientos que desmentía su cara avinagrada, al “pueblo revolucionario” la “victoria” que le otorgó.

Un aspecto interesante de la consulta es que los Estados más castigados por el caudillo (por haber elegido en el pasado a gobernadores y alcaldes hostiles al régimen) retaceándoles el presupuesto, cancelando programas sociales y defenestrando -a veces encarcelando- a sus autoridades, en vez de dejarse intimidar, han redoblado su oposición. Así ha ocurrido en Miranda, Táchira y Zulia, y en la propia Caracas: en el Distrito Capital la oposición derrotó al oficialismo por primera vez en 12 años en votos emitidos.

Con los 65 diputados en la Asamblea Nacional, la oposición tendrá la fuerza necesaria para frenar las reformas constitucionales que Chávez preparaba -se necesitan para ello dos tercios de los diputados- a fin de acelerar la estatización y el dirigismo de la economía, acabar con las empresas privadas y la prensa y la televisión independientes, cerrar los limitados espacios críticos que aún quedan en los ámbitos político, sindical, social y cultural. El avance del régimen hacia un modelo cubano, de dictadura marxista leninista integral, tendrá muchos más escollos para materializarse ahora que el propio pueblo venezolano ha comprobado que, con la civilizada y simple acción de depositar un voto en un ánfora, se podía infligir una seria advertencia a un gobierno en cuyo prontuario figura haber convertido a Venezuela en el país con la más alta inflación de América Latina, el de más alto índice de criminalidad, uno de los más corruptos e ineficientes del planeta y donde el desplome de los niveles de vida de los sectores de clase media y popular es más rápido. Este año Venezuela será el único país de América Latina con crecimiento negativo.

Las fuerzas de la oposición a Chávez no deben cantar victoria ni confiarse por este excelente resultado. Ni volver a cometer errores como el del año 2005, cuando, por abstenerse de participar en el proceso electoral, regalaron a Chávez una Asamblea Nacional servil y autómata (La Casa de las Focas) que todos estos años no ha sido más que una dócil sirvienta de los desafueros constitucionales y legales del Comandante. Es imprescindible que la unión de los partidos, movimientos y personas de la oposición que es La Mesa de Unidad Democrática se mantenga y se afiance, porque de esta manera seguirá ganando adeptos y sumando a sus filas a los venezolanos que, abrumados o atemorizados por las represalias del régimen, se abstuvieron de participar en esta contienda. A muchos de estos abstencionistas escépticos, la victoria electoral de la resistencia tiene que haberlos sacudido y demostrado que todavía hay razones para la esperanza. Cuando lo que está en juego es la libertad de un pueblo, el riesgo de que el oscurantismo de una dictadura totalitaria se abata sobre él y viva quién sabe por cuántos años -los cubanos la padecen hace más de medio siglo- las pequeñas rivalidades de doctrina, de matiz o personales, deben desaparecer a fin de no debilitar la primera de las prioridades: resistir el proyecto autoritario de un caudillo demagogo que ha sumido ya a Venezuela en la miseria, la violencia y el caos y podría seguir hundiéndola en formas todavía más infames de desvarío ideológico.

Se reprocha a la oposición venezolana carecer de líderes, no tener al frente a figuras carismáticas que arrebaten a las masas. Pero, cómo, ¿todavía hay que creer en los caudillos? ¿No han sido ellos, esos horripilantes payasos con las manos manchadas de sangre, embelecos inflados de vanidad por el servilismo y la adulación que los rodea, la razón de los peores desastres de América Latina y del mundo? La existencia de un caudillo carismático supone siempre la abdicación de la voluntad, del libre albedrío, del espíritu creador y la racionalidad de todo un pueblo ante un individuo al que se reconoce como ser superior, mejor dotado para decidir lo que es bueno y lo que es malo para todo un país en materia económica, política, cultural, social, científica, etcétera. ¿Eso queremos? ¿Que venga un nuevo Chávez a librarnos de Chávez?

Yo discrepo. Estoy convencido de que América Latina sólo será verdaderamente democrática, sin reversión posible, cuando la inmensa mayoría de latinoamericanos esté vacunada para siempre contra la idea irracional, primitiva, reñida con la cultura de la libertad, de que sólo un superhombre puede gobernar eficazmente y con acierto a esas mediocridades que somos el resto de los seres humanos, esos rebaños que necesitan buenos pastores que los conduzcan por el camino debido. Los venezolanos lo creyeron así cuando apareció el Comandante de marras, con su voz tonitronante y sus desplantes bolivarianos y sus monólogos farragosos, y votaron por él de manera masiva, descreyendo de la democracia. Así les ha ido. Lo han pagado carísimo. Ahora han aprendido la lección y una de las buenas cosas que vienen haciendo, mientras con gallardía se enfrentan a la semi dictadura que padecen, es haber renunciado a los caudillos. Ahora tienen dirigentes que merecen respeto, no adoración religiosa, pues trabajan en equipo, buscan consensos y toman acuerdos a través del diálogo y la persuasión, es decir, comienzan a practicar ya esa cultura democrática que volverá a ser la de la tierra de Bolívar cuando el comandante Chávez no sea sino una más de esas figuras borrosas de una tradición de vergüenza y atraso.

Los meses y años que tiene Venezuela por delante no serán fáciles. El régimen ha avanzado demasiado en la construcción de unas estructuras dictatoriales y mucha gente medra ya de ellas como para que Chávez, acatando la voluntad popular, rectifique su política y esté dispuesto a retirarse del poder si así lo mandan las urnas. El peligro mayor es que, después de esta golpiza pacífica que acaba de recibir, se embravezca y quiera conseguir, mediante ucases y matonerías represivas, lo que no ha podido conseguir a través de las ánforas. E instale la censura, la liquidación de la prensa no alineada con el régimen, la abolición de toda forma de oposición política y la estatización generalizada de la economía. No le será fácil, desde luego. Ya ha perdido ese estado de gracia del caudillo mesiánico de que gozó algunos años y ahora no sólo él, también el pueblo venezolano sabe que es falible y vulnerable. Se avecina un período tenso, en el que, una vez más, como hace dos siglos, se decidirá en tierra venezolana el futuro de la libertad en toda la América Latina.