lunes, 16 de julio de 2012

Gigantes islandeses de alto voltaje




Una torre de alta tensión en mitad de un bello paisaje produce en las almas sensibles una descarga en la espina dorsal proporcional al voltaje transportado por sus cables. Pero esas torres llevan electricidad a los vecinos de los remotos parajes de Islandia, que probablemente sopesen más importante tener luz en sus casas que la hipersensibilidad de los visitantes.

Para armonizar los intereses de unos y otros el estudio de arquitectos estadounidense Choi + Shine creó el proyecto Tierra de Gigantes, que planeaba erigir docenas de gigantescas torres antropomórficas, de 50 metros de altura y cada una con una “postura” específica en función del paraje particular, convirtiéndose en una suerte de gigantescas esculturas en mitad de la agreste naturaleza islandesa.

El proyecto no fue seleccionado por Landsnet, la empresa encargada de gestionar la red eléctrica de Islandia, pero acaba de ser galardonada por la influyente Sociedad de Arquitectos de Boston, que otorgó un premio al mejor proyecto sin ejecutar al proyecto Tierra de Gigantes.




Las torres de Choi + Shine estarían construidas en metal, cristal y cemento y, a pesar de la aparatosidad de la instalación, el costo sería relativamente bajo, gracias a que el diseño exige tan sólo pequeñas alteraciones en las torres de alta tensión estándares. Así, los personajes pueden caminar, arrodillarse, o emparejarse con sólo realizar leves modificaciones en la estructura metálica de las torres.

La “Tierra de Gigantes
Puede que los gigantes no se instalen finalmente en Islandia pero parece más que probable que la idea acabe recuperándose para trazar líneas de alta tensión en cualquier otro paraje natural del mundo planeta.


Visto en Telegraph vía OET

viernes, 6 de julio de 2012

Cómo anular a una persona

ANA CRISTINA ARISTIZÁBAL URIBE 

El peor daño que se le hace a una persona es darle todo. Quien quiera anular a otro solo tiene que evitarle el esfuerzo, impedirle que trabaje, que proponga, que se enfrente a los problemas (o posibilidades) de cada día, que tenga que resolver dificultades.

Regálele todo: la comida, la diversión y todo lo que pida. Así le evita usar todas las potencialidades que tiene, sacar recursos que desconocía y desplegar su creatividad. Quien vive de lo regalado se anula como persona, se vuelve perezosa, anquilosada y como un estanque de agua que por inactividad pudre el contenido.

Aquellos sistemas que por "amor" o demagogia sistemáticamente le regalan todo a la gente, la vuelven la más pobre entre las pobres. Es una de las caras de la miseria humana: carecer de iniciativa, desaprovechar los talentos, potencialidades y capacidades con que están dotados casi todos los seres humanos.

Quien ha recibido todo regalado se transforma en un indigente, porque asume la posición de la víctima que sólo se queja. Cree que los demás tienen obligación de ponerle todo en las manos, y considera una desgracia desarrollarse en un trabajo digno.

Es muy difícil que quien ha recibido todo regalado, algún día quiera convertirse en alguien útil para sí mismo. Le parece que todos a su alrededor son responsables de hacerle vivir bien, y cuando esa "ayuda" no llega, culpa a los demás de su "desgracia" (no por anularlo como persona, sino por no volverle a dar). Solo los sistemas más despóticos impiden que los seres humanos desarrollen toda su potencialidad para vivir. Creen estar haciendo bonito, pero en definitiva están empleando un arma para anular a las personas. (No quiere decir que la caridad de una ayuda temporal no sea necesaria en momentos especiales).

jueves, 5 de julio de 2012

Un economista que no cocina y escribe sobre comida venezolana




Foto: Felipe Amibilia

Su libro Diccionario de cocina venezolana es imprescindible.

Junto a José Rafael Lovera y Armando Scannone, este economista, oriundo de los Llanos, Rafael Cartay ha sido uno de los investigadores que más se ha ocupado de recuperar la memoria gastronómica de los venezolanos. Muchos chefs aseguran que los mejores libros de cocina criolla, vista desde el enfoque histórico, los ha escrito Cartay. 

Su obra, lejos de bastar para un solo bocado de sabiduría culinaria, da para un gran banquete, que bien puede comenzar con La mesa de la meseta, Historia de la alimentación del Nuevo Mundo, El pan nuestro de cada día, Un mundo en su taza, Tecnología culinaria doméstica en Venezuela y La Hallaca, por nombrar sólo algunos de sus trabajos.

"Más allá de la pasión por nuestra cocina, el profesor Cartay ha tenido la disciplina de plasmarla en su obra cuidadosamente y, obviamente, con mucho amor", dice
la chef Vanessa Rolfini. 

Pese a su fascinación, el autor no cocina. "

Como un historiador del imperio romano, que no tiene ni que ser romano ni haber vivido la época", comentó, en son de broma, en una entrevista que le hicieran en el portal www.venezuelaanalitica.com. Y cuando por acá se le consulta acerca de qué invitaría a comer a un turista que tan sólo contara con 24 horas para degustar Venezuela, responde Rafael Cartay: 

"Si tuviera que alimentar a un turista durante un día, empezaría, en el desayuno, con una pisca andina y un buen perico para rellenar sabrosas arepas de maíz y de trigo, mantequilla, aguacate y un queso de mano guariqueño. Para culminar, un buen jugo de naranja y un cremoso café con leche. Al mediodía le daría una suculenta sopa de arvejas aderezada con un buen picante. Si es de buen diente, le doy un pabellón criollo, con un jugo de tamarindo, y un dulce de lechosa con piña como postre. Todo en cantidades moderadas. Después de eso le ofrecería una hamaca para que duerma una siesta. Y en la cena, breve pero sustanciosa, le brindaría una reina pepiada acompañada con un chocolate caliente, hecho con uno de los cacaos criollos más aromáticos del mundo. No le serviría licor, porque nuestra comida no admite, a mi parecer, sino jugos naturales. Así que, además de todos esos manjares, le obsequiaría jugos naturales de piña, de guanábana, de mora y varias tacitas de café negro". 


Así se nombra, en el estado Táchira, a un plato en el que los protagonistas son los sobrantes de las comidas anteriores. Quienes lo preparan casi a diario para la hora del desayuno dicen que lo mejor es sofreír cebolla, tomate y un poquito de ajo en mantequilla y aceite, donde luego se freirán, primero, el plátano, la yuca y el chocheco (cambur verde), bien picaditos, y, minutos después, las caraotas, la carne o el pollo y, sobre todo, el arroz -en otras palabras, lo que haya quedado del almuerzo y de la cena. Todo revuelto. 

Como se puede ver, es una receta que habla de tiempos de austeridad, de carestía. Pero a cualquier tachirense que se encuentre lejos de su tierra, su sabor no puede más que remitirle al cariño de hogar y a los sabrosos días de la infancia. 

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