. Moisés Naim
¿Será que no leen? ¿Que no ven la CNN? ¿O es que vivir en Honduras es como vivir en Marte? ¿O es que son idiotas? ¿A quién se le ocurre que en un país pequeño y pobre los militares pueden sacar al presidente de su cama pistola en mano y expulsarlo del país sin que la comunidad internacional reaccione con furibunda indignación?
Un país grande y con bombas atómicas podría darse ese lujo sin sufrir mayores consecuencias, pero ¿Honduras? Honduras, no.
El hecho es que las elites políticas y militares hondureñas dieron un golpe de Estado. Peor aún: no necesitaban hacerlo. Con aplicar las leyes les hubiese bastado, ya que el presidente Manuel Zelaya había incurrido en múltiples violaciones de la Constitución. La Corte Suprema, el Congreso y otras instituciones hondureñas así lo habían certificado. Más aún, faltaban pocos meses para las elecciones. ¿Por qué se precipitaron? ¿Por qué utilizaron a los generales en vez de usar a los juristas?
"Las torpezas hondureñasson sólo superadaspor la explosión de hipocresíaque han desencadenado".
Los golpistas aducen que se vieron obligados a actuar como lo hicieron porque Zelaya, apoyado por Hugo Chávez, estaba dispuesto a usar trampas electorales para perpetuarse en el poder. Pero quizás el factor que más los llevó a actuar fue que por las porosas fronteras hondureñas comenzaron a entrar agentes venezolanos y cubanos con maletas llenas de dólares y camionetas cargadas de armas.
Los dólares y las armas, dicen, estaban destinados a organizar violentas milicias de hondureños. Aun suponiendo que esto sea cierto, el golpe es inexcusable. Además, ¿por qué en vez de detener a Zelaya para juzgarlo lo sacaron del país?
Las torpezas hondureñas son sólo superadas por la explosión de hipocresía que han desencadenado.
Ni más ni menos que Raúl Castro -¡Raúl Castro!- pide sanciones contra un pequeño país cuyos líderes tomaron el poder por la fuerza. Hugo Chávez, cuya carrera comenzó cuando lideró un sangriento golpe, truena contra los golpistas hondureños y amenaza con una invasión.
Los presidentes de ese bastión de democracia que se llama la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) exigen indignados que se aplique la carta democrática de la OEA. Esta lógica no se les apareció por ningún lado cuando abanderaron la iniciativa de incluir a Cuba en la OEA. El hecho de que no fuese un país democrático les parecía un detalle banal.
Para estos presidentes, que antes despreciaban la OEA, ahora este organismo es el más importante de la región, y tratan a su secretario general, José Miguel Insulza, como el máximo garante de las democracias latinoamericanas. Hace no mucho, Chávez insultaba casi a diario a Insulza. Es reconfortante ver que Honduras ha hecho recapacitar a Chávez y que ahora trabaja con Insulza para proteger la democracia. Al menos, les debemos eso a los militares hondureños.
Y no podía faltar el imperio yanqui. El presidente de Bolivia, Evo Morales, denunció que esta crisis se fraguó en Washington. El hecho de que Obama haya denunciado la situación en Honduras y que no reconozca a las nuevas autoridades son detalles irrelevantes para Morales.
También ignora el hecho de que intervenir en la política interna de otros países es una de las actividades diarias de su mentor y financiero, el presidente venezolano.
Pero no todo en esta situación es torpeza e hipocresía. La crisis de Honduras les manda a los militares del continente una fuerte señal: los golpes militares ya no son lo que eran. No lo hagan. Y a los políticos de la región también les manda un claro mensaje: Hugo Chávez es tóxico. Manuel Zelaya le debe mucho a Chávez. Pero esa cercanía le terminó costando mucho más de lo que le aportó.
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