martes, 4 de enero de 2011

¿Cuál inseguridad?

nikinseguridad

sábado, 1 de enero de 2011

La sumisión de las masas


- José Manuel Naredo

¿Cómo es que ha mudado en sumisión esa rebelión de las masas que dio título al libro más famoso de Ortega y Gasset, publicado hace 80 años? Lo ocurrido en los últimos tiempos parece confirmarlo otorgando actualidad a otro libro bastante más antiguo: Discurso sobre la servidumbre voluntaria, de La Boétie.

En contra de lo que preveía nuestro insigne filósofo, no es esa “casta de hombres-masa-rebeldes” la que pone hoy en peligro los logros de la civilización, como tampoco es el “advenimiento de las masas al pleno poderío social” la que acarrea la degradación cultural en curso.

Frente al elitismo culturalista que asociaba la regresión a los fenómenos de masificación y empoderamiento de las masas, esta regresión viene asociada hoy al comportamiento de las propias elites político-empresariales y de las relaciones de dominación imperantes.

Son estas elites, que deciden y hacen los grandes negocios de espaldas a la mayoría, las que orientan el panem circensis de la llamada sociedad de consumo y la selección social de las ideas acorde con sus intereses. Con la ventaja de que los productos culturales y de ocio, unidos a los artefactos de la sociedad de consumo, no sólo entretienen y adormecen a la gente, sino que espolean sus deseos y afanes de lucro y, con ello, ese individualismo insolidario asociado a una ideología económica servil al ciego instinto de promoción competitiva.

El predominio sobre lo político del actual discurso económico reduccionista, que aniquila la posibilidad de reconsiderar las metas de la sociedad y, por ende, de cambiarla, remata el desarme ideológico orientado a perpetuar el statu quo capitalista.

En suma, el gran engaño de nuestro tiempo estriba en hacer creer que las democracias de hoy día trabajan en favor de una sociedad de individuos libres e iguales, cuando de hecho promueven valores y relaciones sociales que arrojan el resultado contrario.

Son precisamente los valores mezquinos y las relaciones desiguales y opresivas que imperan los que hacen que el comportamiento servil y el trabajo alienado sean la norma.

Es el miedo a perder el empleo, el estatus o a verse discriminado lo que induce normalmente a las personas a someterse y censurarse “por su propio bien”, sin necesidad de represiones explícitas. Estas sólo aparecen cuando las excepciones rompen la regla, cuando los controladores aéreos se rebelan o cuando Wikileaks ilumina las vergüenzas del poder.

PÚBLICO