viernes, 12 de agosto de 2011

Excelente artículo solidario de Luis Ugalde


Ganar con solidaridad

Luis Ugalde

Venezuela no somos 29 millones de egos luchando a dentelladas cada uno por lo suyo, sino “nosotros” construyendo y actuando en un espacio público común, donde nos reconozcamos y ganemos todos

La actividad económica y el Mercado, así como la política y el Estado, son instrumentos creados por la sociedad para resolver sus necesidades económicas y gobernar su convivencia, pero se rebelan contra la sociedad y pueden someterla. La racionalidad moderna - tan beneficiosas en muchos aspectos - ha dotado al Estado y al Mercado de posibilidades quasi-infinitas de dominación, pues son los que más se apropian del inmenso desarrollo de la racionalidad instrumental científico-tecnológica. Hemos visto monstruosos imperios del Estado y del Dinero que se apoderan de la sociedad y de la dignidad humana. Sólo una sociedad vigorosa con alma solidaria puede controlar esas lógicas de acumulación y dominio. Cuando no prevalece la solidaridad, una parte de la sociedad utiliza el poder y la riqueza para dominar y oprimir a la otra.

La solidaridad es el oxígeno de toda sociedad humana y mide su calidad; si el oxígeno escasea o se contamina, las sociedades se vuelven inhumanas. Solidaridad es afirmación y reconocimiento del otro, es confianza y dignidad, es el yo de todos y cada uno en el “nosotros” con dignidad compartida. Venezuela no somos 29 millones de egos luchando a dentelladas cada uno por lo suyo, sino “nosotros” construyendo y actuando en un espacio público común, donde nos reconozcamos y ganemos todos.

La manera de librarnos del “homo homini lupus” (el hombre lobo para el hombre) no es creando un monstruoso Leviatán que se impone, como monarca absoluto, como führer, como jefe del partido único, o como dueño de un imperio financiero. El secreto está en reconocer al otro como hermano, de manera que juntos podamos crear un espacio común de libertad, de dignidad, con oportunidades de vida digna para todos.

En el economicismo y en el estatismo hay un profundo error antropológico. Los humanos encontramos nuestra vida cuando la damos voluntariamente a otros y la máxima pobreza es no tener a quien darla. Esta es la raíz de la ética, no la imposición de una ley, sino el descubrimiento de que reconocer, afirmar y amar al otro es encontrarnos y realizarnos nosotros; aunque suene pasado de moda, en la sociedad secularista y economicista sembradora de consumismo individualista-hedonista. Digamos que el Mercado es bueno para producir, pero no para afirmar a quien no tiene valor de mercado; el Estado es bueno para dominar pero no fortalece al débil insumiso.

El reconocimiento del otro es gratuidad, y la reciprocidad de gratuidades es el milagro básico de la humanización. Es el núcleo de la libertad humana y del sentido de la vida. Es el corazón del mensaje cristiano: Dios es amor gratuito que alimenta el obsequio mutuo gratuito de las vidas humanas. Esta no es una verdad sólo para cristianos. En sociedades laicas y en personas no creyentes está igualmente presente como búsqueda y como experiencia humana espiritual más trascendental. En su enfermedad en una clínica de Frankfurt el ateo Marcuse le confesaba al agnóstico Habermas:“sabes, ya sé dónde se originan nuestros juicios de valor más básicos; en la compasión, en nuestro sentimiento del sufrimiento de los demás”.

La solidaridad es ganar junto con los otros,
descubrir que dar la vida no es perderla sino encontrarla.

Esta mutua afirmación solidaria se reconoce fácilmente en la pareja humana y en el ámbito de gratuidad y solidaridad que crea la familia con sus hijos. El reconocimiento del otro hasta dar la vida por él. ¿Pero cómo llevar la solidaridad más allá de la familia a la sociedad y a toda la civilización humana? Desde luego nuestro afecto emotivo y personalizado no llega igual a quienes no conocemos porque viven lejos en Sudán o en la India, o porque todavía no han nacido. Pero la afirmación de los otros, nos lleva a impedir que el afán de la ganancia y poder destruyan la naturaleza y los pueblos (la guerra), pues amamos la vida y dignidad de los que viven a miles de kilómetros o nacerán décadas después de nuestra muerte. Para eso son los derechos, las leyes y las instituciones, para llegar con la solidaridad hasta donde no llega el afecto de la cercanía familiar. La solidaridad es ganar junto con los otros, descubrir que dar la vida no es perderla sino encontrarla. Solidaridad es construir la sociedad con variados instrumentos económicos y políticos, pero instrumentos controlados por nosotros como sociedad solidaria; es vida para todos.

EL NACIONAL

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